12 de Abril Día de la Cosmonautica.
El Socialisma abre las puertas del cosmos para la humanidad
Con un vuelo orbital de menos de dos horas, el cosmonauta soviético Yuri Gagarin abrió la era de las misiones espaciales tripuladas. Fue el primer hombre que conquistó el cielo.Antes del exitoso viaje de Gagarin, se desarrollaron otras misiones que permitieron finalmente que el hombre pudiera subsistir en un medio desconocido, el Espacio Exterior. Con el éxito del Sputnik 1, el primer satélite soviético puesto en órbita, la imagen de la Unión Soviética había experimentado un salto cualitativo gracias a la demostración tecnológica. La vía a seguir, por tanto, era evidente.
A diferencia de los estadounidenses, los soviéticos plantearon rápidamente una serie de campos de trabajo en los que era posible realizar primicias. Después del Sputnik 1, lanzaron el Sputnik 2, con la perra Laika a bordo, dando a entender que el próximo objetivo sería el envío de seres humanos al espacio.
De la misma manera, se trabajaría en cohetes más potentes que permitieran visitar la Luna y los planetas más próximos, y se pondría en marcha un programa militar de alta prioridad.
Por supuesto, en una época tan pionera, habría fracasos durante los lanzamientos, pero ninguno sería anunciado al mundo. Una de las metas del programa espacial era obtener beneficios propagandísticos y reconocer errores sería contraproducente. Así, la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas dio a entender durante años que su serie de lanzamientos era perfecta, algo que ni los más despistados analistas podían creerse.
Mientras los Estados Unidos creaban en 1958 la NASA, un organismo civil, los soviéticos no lo harían hasta décadas después. Todas las actividades espaciales eran controladas por las fuerzas militares del gobierno y la identidad del ingeniero-jefe, Sergei Korolev, por supuesto, permanecía en secreto.
Por fin, el 12 de abril de 1961, el ciudadano soviético Yuri Gagarin, de 27 años, protagonizó el primer vuelo al cosmos, un acontecimiento histórico.
En aquella época, la gente sabía poco del cosmos y del riesgo que aquel vuelo implicaba para el cosmonauta. Gagarin hizo un salto al precipicio, a un espacio infinito, vacío, falto de vida y lleno de radiaciones mortíferas. La ingravidez. ¿Qué pasaría con la circulación sanguínea? ¿No quedaría afectado el cerebro a causa de esta sensación poco común y no dejaría de funcionar normalmente? ¿Y la alta velocidad a la que tenía que sobrevolar el planeta? ¿Qué efecto tendrá para el estado físico de la persona? En aquel entonces, todo ello era un enigma. El lanzamiento, que suponía quemar cientos de toneladas de combustible detonante, encerraba un grave peligro.
Todo el vuelo era un enorme riesgo, cuyo precio era la vida. Gagarin lo corrió en aras de la gloria nacional, para que la humanidad avanzara por el camino del progreso y en fin, para visitar el espacio e informar de ello a los habitantes de la Tierra. Y tuvo buena suerte. Pudo contarle al mundo sobre esta gran proeza.
Hijo de un carpintero, Yuri Alekseyevitch Gagarin había nacido en 1934, en una aldea campesina situada a 160 kilómetros de Moscú. Durante la Segunda Guerra Mundial, los nazis expulsaron a su familia de su hogar y se llevaron a dos de sus hermanas.
La familia se trasladó a Gziatsk, donde Yuri presenció el aterrizaje forzoso de un caza soviético abatido por los alemanes. Al pequeño campesino, le impresionaron las medallas que cubrían las pecheras de los aviadores que bajaron del aparato. Entendió inmediatamente el precio que habían tenido que pagar por las condecoraciones militares. Yuri y muchos otros niños deseaban ser valientes y atractivos pilotos. Él pudo cumplir su sueño infantil.
Antes de graduarse de un instituto técnico con una especialidad en metalmecánica, ingresó a la Escuela de Aeronáutica, donde hizo su primer vuelo en solitario en 1955. Después de ese día, lo suyo serían las alturas.
Logró graduarse como piloto en la Academia Militar de Aviación de Orenburgo y entró como Teniente en la Fuerza Aérea Soviética. Después de pilotear aviones de guerra, el joven piloto decidió aspirar a lo más alto: se presentó como candidato a cosmonauta.
Afiliado al partido comunista, ya era Comandante cuando fue considerado como uno de los pilotos de pruebas más destacados de la Unión Soviética y por su condición de hijo de trabajador, que aspiraba a conseguir el máximo sacrificio al servicio de su país, por lo que pasó a formar parte del grupo de seleccionados para las pruebas de cosmonautas, entrenándose en el mayor de los secretos.
Al ser admitido en el programa, se mudó, con su esposa y su hija, a la Ciudad de las Estrellas, a las afueras de Moscú, para someterse a un duro entrenamiento. Su premio fue la gloria.
Washington no se había repuesto del mazazo que supuso el lanzamiento cuatro años antes del Sputnik 1, cuando en la madrugada del 12 de abril de 1961, Yuri Gagarin se dirigía hacia el cosmódromo de Baikonur, en Kazajistán, para tripular el Vostok 1, en el primer vuelo espacial realizado por el hombre.
Durante el trayecto, el autobús en el que viajaba hizo una parada no programada. Gagarin, ya con el traje espacial, tenía ganas de orinar. Lo hizo en una de las ruedas del vehículo y, desde entonces, todos los cosmonautas cumplen religiosamente con ese ritual antes de despegar.
No fue ése, sin embargo, el último imprevisto. Minutos antes del lanzamiento, los técnicos comprobaron con estupor que el casco de Gagarin era blanco. Totalmente blanco. Faltaban las siglas de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas. Por fortuna, dieron con un bote de pintura y solventaron el problema, tras lo cual el cosmonauta se acomodó en la nave Vostok 1, cuyo habitáculo tenía apenas 2.3 metros de diámetro.
A las 7:30 horas, la nave se elevó impulsada por un cohete A-1, una versión modificada del que había puesto en órbita al primer satélite artificial, con una potencia de veinte millones de caballos de fuerza y Gagarin sintió cómo su peso se quintuplicaba.
Poco después, en su asiento, sin control sobre la Vostok 1, ya que la nave era automática y en ingravidez, Gagarin se asomó a la ventanilla de la cápsula. "Veo la Tierra. ¡Es tan hermosa!", fueron las primeras palabras emitidas por un hombre desde el espacio.
El cosmonauta observó lo que ningún otro ser humano había visto a distancia: nuestro planeta. "El cielo se mira muy, muy oscuro y la Tierra tiene un tono azul", atinó a comentar. "Desde las alturas del cosmos, la Tierra se ve nítidamente, se distinguen las islas y la costa, y claramente las montañas."
Mientras el cosmonauta disfrutaba de las vistas y cantaba la composición de Shostakovich 'La Madre Patria Está Escuchando', la agencia de noticias TASS hizo pública la hazaña.
Yuri Gagarin pasó a la historia por ser el primer hombre que dio la vuelta a la órbita de la tierra, en 1 hora y 48 minutos, a una velocidad de 28,000 Kilómetros por hora.
Tras 96 minutos de recorrido orbital, con apogeo de 327 y perigeo de 175 Kilómetros de altura, la Vostok 1 emprendió el regreso. Era un momento crítico. En dos de los cinco ensayos, los cohetes que debían frenarla para sacarla de órbita no se habían encendido.
Esta vez todo fue bien. "La cápsula se puso al rojo. Vi el resplandor de las llamas rugiendo alrededor de la nave. Estaba en una bola de fuego que se precipitaba hacia abajo", recordaría Gagarin. El cosmonauta la abandonó en el aire y llegó al suelo en paracaídas, 108 minutos después de partir de Baikonur.
"No tengan miedo. Soy uno de los nuestros. Soy un soviético que ha descendido del espacio y tengo que encontrar un teléfono para llamar a Moscú". El primer cosmonauta intentó así tranquilizar a su improvisado comité de bienvenida. Eran dos campesinas de las inmediaciones de la ciudad de Engels, atónitas ante la súbita aparición, a orillas del río Volga, de un paracaidista ataviado con una escafandra. Gagarin acababa de entrar en la Historia.
Poco después, los equipos de rescate dieron con el pionero. TASS confirmó el éxito de la misión. Y las autoridades rusas pudieron olvidarse de los otros dos comunicados de prensa preparados: en uno anunciaban que la nave se había estrellado sin alcanzar la órbita terrestre y pedían ayuda para la búsqueda de Gagarin; en otro, notificaban al mundo la muerte del cosmonauta.
El líder soviético de aquella época, Nikita Kruschov, estuvo ese día en un balneario de la costa del Mar Negro, redactando el informe para el congreso del partido, el cual le salía mal. Pensaba en lo que les esperaba: triunfo o derrota, júbilo general o melodías de marchas fúnebres. Y de pronto, hubo una llamada largamente esperada y se oyó la entusiasmada voz de Koroliov, primer diseñador del cohete que puso en órbita a Yuri Gagarin y director del vuelo: "¡Está vivo!".
Luego, el primer mandatario sostuvo una conferencia telefónica con el ministro de Defensa. Hacía falta no sólo concederle el título de Héroe de la Unión Soviética a Gagarin, sino también inventar algún título extraordinario, fantaseaba Krushov. De esta forma nació el título de "Piloto-Cosmonauta de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas".
Se le dio a Gagarin una recepción especial. El júbilo tan esperado se hizo realidad. "Rusia ha puesto a un hombre en órbita", decían los periódicos soviéticos al día siguiente del magno acontecimiento.
Para la mayoría de los ciudadanos soviéticos, este vuelo espacial significaba la trascendencia de lo común y ordinario, símbolo de la materialización de un sueño. La gente empezó a pensar en que si era posible volar al espacio, también era posible construir una sociedad justa y próspera.
Desde luego que los caudillos comunistas aprovecharon este triunfo en el cosmos con fines propagandísticos y al vuelo de Gagarin se le añadieron muchos elementos ridículos, ideológicos y absurdos. Pero en el alma del pueblo siguen vivos hasta ahora los recuerdos de aquel vuelo primaveral que infundió tantas esperanzas. Eran los años de gloria de la ya desaparecida Unión Soviética.
Yuri Gagarin, convertido de súbito en la figura más popular de su país, viajó alrededor del mundo como encarnación del poderío soviético y en todos los países fue recibido como un héroe. .Pero no volvió a salir al espacio. Moscú no quería correr riesgos con un símbolo que se preguntaba tras tocar el cielo: "¿Dónde está Dios? ¡No le he visto!".
Su hazaña marcó el inicio de la carrera espacial tripulada, tanto de soviéticos como de estadounidenses. Aún así, Gagarin disfrutó poco de la fama.
Fotografía en la cual Yuri Gagarin es recibido en la URSS, se aprecia cómo los
soviéticos celebran su hazaña realizada en el espacio exterior.
Sin embargo, un percance fatal segó lo que se perfilaba como una carrera espacial prometedora. En 1968, mientras entrenaba para una nueva misión, Gagarin sufrió un accidente cuando el MiG-15 en que viajaba junto con el instructor Vladimir Seregin, se estrelló por causas inciertas. La torre de control perdió comunicación con la aeronave y pasaron varias horas antes de que trascendiera la tragedia. Gagarin, entonces de 34 años, fue enterrado como un héroe contiguo a una de las paredes del Kremlin. Lo sobrevivieron su esposa Valya y sus dos hijas, Dalya y Lena.
Las palabras que pronunció poco después de regresar a la Tierra resonaron por largo tiempo: ¿Estoy inmensamente feliz de que mi querida patria lograra hacer este vuelo antes que ninguna otra nación. Fuimos los primeros en salir al Espacio?.
Desde entonces, en Rusia, el 12 de abril se celebra el "Día de la Cosmonáutica". En su honor se le dio su nombre a un cráter situado en la cara oculta de la Luna.
El primer vuelo espacial constituyó la cúspide de la transición hacia la civilización post-industrial. En aquella época, Gagarin se convirtió en un símbolo del progreso técnico y científico de la Humanidad y su nombre quedó inscrito para siempre en la historia de nuestro mundo.
Como dato curioso, le diré que cuando nos referimos a un cosmonauta, se trata de un soviético o ruso y cuando hablamos de un astronauta, se trata de un estadounidense. Esto después se ha aplicado a ciudadanos de otros países, según viajen con unos u otros.
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